Familias enteras dependen de basurales para subsistir; de allí sacan no sólo cartones, papel, vidrios y plásticos para vender, sino que también se alimentan con lo que encuentran
Para los habitantes de villa La Cárcova, a unos pocos metros del Cinturón Ecológico, Area Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) de San Martín, la disyuntiva diaria es comer alimentos del basural atentando contra su seguridad alimentaria o no comer. "En un momento no teníamos nada para comer y acudíamos al Ceamse", dice Romina Gorosito, que vive en el barrio desde que nació, y que tuvo dos hijos con bajo peso, uno con desnutrición grado uno.
Para muchas familias sumidas en la extrema necesidad, la basura se erige como único medio de subsistencia: no sólo como fuente de alimentos para consumo personal, sino también de ingresos, a partir de la venta de los materiales que consiguen rescatar de la basura.
Por eso seleccionan, clasifican y revenden materiales, ya sea cartón, vidrio, plástico o metales, con la esperanza de poder sacar alrededor de 400 pesos, que es en promedio lo que obtiene un cartonero en una semana. Según datos de la Cooperativa de Recuperadores Urbanos del Oeste, actualmente el precio del kilo de cartón está a 78 centavos; el del plástico y papel blanco, a 1,20, y el de vidrio, a 34 centavos.
Un estudio realizado en 2008 por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU) y el Centro de Información Metropolitana señala que en el área metropolitana de Buenos Aires existen 22 sitios de disposición de residuos que se encuentran sobre villas de emergencia.
En algunos casos, incluso, las familias llegaron a vivir directamente sobre la basura. Esta realidad, que tuvo su pico durante la crisis de 2001, fue mejorando paulatinamente, gracias a iniciativas gubernamentales y de la sociedad civil.
"Es aceptable que en épocas de crisis uno decida mirar para otro lado, pero que uno naturalice y legalice este tipo de situaciones en pleno crecimiento económico es dramático", dice Mora Arauz, presidenta de la Fundación Ciudad.
De todos modos admite que en la provincia de Buenos Aires, a través del programa Soluciones Ya hubo avances notables en el levantamiento de asentamientos de basurales. Miguel Staracci, de la Asociación de Vecinos de La Boca, cuenta que sobre el río Ortega, en Esteban Echeverría, donde el suplemento Comunidad registró en 2010 basurales clandestinos, se organizaron cooperativas entre los propios vecinos para erradicar los basurales.
Una de las grandes disyuntivas de las autoridades con relación a los basurales es si deben dejar el libre acceso a los vecinos o cercarlos, ya que estos lugares pueden significar su único modo de supervivencia. Por ejemplo, en el caso de San Martín decidieron estipular un horario en el que se abren las puertas para que adultos y niños ingresen a revisar la basura. En otros basurales, como el de González Catán, se dispuso de vigilancia y fueron cercados sus accesos en los últimos años, mientras que en el barrio Santa Rosa de Iguazú, Misiones, cuando se cerró el basural hace cuatro años, paulatinamente las familias se fueron a vivir sobre esas tierras.
Recurrir a la quema
La necesidad se asoma en cada rincón de La Cárcova. Las calles angostas de tierra no permiten que una ambulancia o el camión de recolección de basura entren al barrio. Cuando llueve se inundan las calles, la tierra se vuelve barrosa y arrastra todo tipo de mugre. En los patios de las casas, trabajadores separan botellas de plástico que otros traen en carretas. A la tarde, cuando baja el sol, comienza toda la articulación del negocio de la basura.
Los vecinos del barrio no sólo tienen como paisaje las montañas de basura del Ceamse, sino que conviven con la basura. Sobre el río Zanjón, brazo del río Reconquista, hay casas precarias construidas sobre pilas de desechos que los propios vecinos arrojan. Toda esta basura va formando un basural informal lleno de bolsas, animales muertos y vehículos incinerados.
A la tarde, alrededor de las 17, comienza a verse movimiento en el extremo del barrio ya que las personas cruzan las vías del ferrocarril de José León Suárez- donde dos jóvenes murieron en el intento de saqueo de un tren de carga -y la autopista del Buen Ayre para llegar al basural.
"Tratamos de no recurrir a la quema -forma en que denominan al Ceamse-, pero no tuvimos opción", dice Romina, a la vez que agrega que "al Ceamse llegan los camiones de los supermercados, de los frigoríficos y de los diferentes lugares que tiran la mercadería junto a la basura. La gente va y revisa. Hay gente que elige los materiales y otros buscan mercadería, ya sea pañales, lácteos, carne. Como algunos productos vienen sin fecha de vencimiento hay que ir adivinando si sirven o no", dice Romina y admite que lo que podían rescatar lo comían o lo fraccionaban y lo volvían a empaquetar para su venta.
Uno de los indicadores de la grave situación alimentaria que golpea a la zona se evidencia al constatar que alrededor del 75% de los niños que ingresaron a la Asociación Civil Pequeños Pasos de La Cárcova tenía algún grado de desnutrición. "Desde el centro intentamos explicarles la importancia de respetar la cadena de frío, de no tomar agua contaminada y de lavarse las manos -dice Elba Berruezo, directora de este centro que pertenece a la Red Conin-. También les decimos que la comida puede estar en mal estado pero no es fácil cuando las madres vienen al centro y te dicen que hace tres días que les dan a sus hijos mate cocido con pan adentro o que directamente no comen", cuenta Berruezo.
Peligros de vivir sobre el Ceamse
A pesar de las advertencias y recomendaciones por parte de referentes locales y organizaciones, las acciones de los habitantes de La Cárcova y otros asentamientos como Barrio Nuevo e Hidalgo están marcadas por la necesidad extrema. Vecinos admiten tomar carne descongelada y volverla a congelar, o incluso poner a los bebes los pañales que desechan en el Ceamse provocándoles sarpullidos y otro tipo de alergias.
Verónica Duarte, promotora de salud del barrio, cuenta que por la cercanía con el basural son muy común el impétigo, las erupciones en la piel, y broncoespasmos por la contaminación en el aire cuando queman la basura.
Vivir cerca de los desechos no sólo atenta contra la seguridad alimentaria y es un riesgo de enfermedades infecciosas, sino que es un trabajo insalubre y riesgoso para quienes lo realizan.
Eso la sabe muy bien Karina Pérez, del barrio La Cárcova, que perdió a su sobrino hace un año tras haber sido atropellado por un camión del Ceamse. "Mi hijo también iba, pero desde ese día no quisimos que fuera más", dice con angustia Karina, madre de 10 hijos, dos con bajo peso y dos con cuadros de desnutrición.
Otro de los peligros del negocio de la basura es que pone en riesgo a los menores que a menudo acompañan a sus familias en las tareas del cirujeo. El problema de la basura no residee sólo en la provincia de Buenos Aires. En la ruta 40, a 9 kilómetros de Bariloche, se encuentra un basural a cielo abierto que tiene a su alrededor barrios precarios. Sus habitantes trabajan de forma organizada en el basural como recicladores.
Esta situación es justamente la que intenta revertir la Fundación Petisos, en Bariloche, que se encarga de erradicar el trabajo infantil de los basurales para que puedan reinsertarse en la escuela y en un ámbito saludable.
"La situación es compleja. Los casos que van a buscar comida allí son contados. En realidad los niños de 12 o 13 años que van al basural lo hacen para integrarse en el ámbito laboral -cuenta Elena Durón, directora de la entidad-. Estos niños generalmente han perdido la escolaridad porque la escuela no logra engancharlos o porque repiten varias veces el mismo grado." Gracias a su intensa labor, la Fundación Petisos ha rescatadoa más de 200 chicos a través de talleres artísticos, educación formal y apoyo a sus familias.
Un problema tan complejo requiere necesariamente de un abordaje integral, con múltiples soluciones. Una de las aristas sobre la que todavía falta profundizar es el circuito para conseguir que los productos desechados por las empresas alimentarias por problemas de envoltorio o con fecha cercana al vencimiento lleguen en forma directa a las familias más necesitadas. Durante 2010, alrededor de 5.800.000 kilos de alimentos fueron los que la Red Argentina de Bancos de Alimentos logró rescatar antes de que pierdan su valor y terminaran en el basural.
Alfredo Kasdorf, presidente de la red, dice que aún quedan pendientes cambios en la ley del buen samaritano (25.989): "La empresa debería hacerse cargo del producto solo cuando lo entrega. Hay que restringir a quien tiene la responsabilidad en el momento que la tiene", explica.
Mientras tanto, una persona sale del Ceamse acarreando una bolsa arpillera llena de botellas de plástico, la cuál la proveerá de algunos pesos para poder sobrevivir.
TRES AMIGOS EN BUSCA DE UN SUEÑO
Matías Ronconi, Roberto Cherti y Darío Cortese son tres amigos de San Martín que escucharon un día las palabras de Abel Albino -presidente de la Red Conin- y se enamoraron de su proyecto que apuesta a que menos niños nazcan y crezcan con desnutrición en el país.
Así se pusieron manos a la obra y en 2010 crearon la asociación civil Pequeños Pasos, en villa La Cárcova, para colaborar con una población castigada por la pobreza y la contaminación.
Actualmente cuentan con un equipo interdisciplinario de 14 profesionales. Desde mayo de 2010 han atendido a más de 900 chicos y han recuperado a más de 60 de la desnutrición. "Cuando el conocimiento es brindado entre amigos y vecinos es tomado con gran responsabilidad y respuesta", explica Matías Ronconi, vicepresidente de la asociación.
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